miércoles, 19 de octubre de 2011

De la lujuria y otras cosas old fashion...

Para quién dijo que había que dejarse fluír...



“Si hija, es pecado”.


Con estas palabras, se detonó mi rebeldía ante cosas que yo pensaba que sí existían, era porque alguien quería que las probara. Al final, caí en el lugar común de todo ser humano: Retar para comprobar que tienes la razón o por lo menos que el otro no la tiene. No importa si nadie se entera o si existe el infierno y lo pagarás más tarde, lo importante es que el conocimiento de lo pecaminoso es directamente proporcional a las ganas obsesivas de seguir haciéndolo y probar tu punto. Lo prohibido siempre te hace sentirte vivo. El deseo no es una consecuencia, es una potencia. El paraíso, según los católicos, es un jardín rodeado de murallas que lo protegen de los vientos ardientes del desierto al que solo entran los libres de pecado. Quiero suponer que la referencia a los vientos ardientes son todos aquellos placeres que invariablemente nos harán sentir plenos y que de entrada nos han sido prohibidos bajo amenaza de rostizarnos.


Si el muy mayor cura aquel de mi infancia viera lo que hemos hecho estos días con los 7 pecados capitales. Les dimos la vuelta, pero no por conveniencia, sino por un estricto sentido de adaptación.


Si se trata de la Gula, unos comen menos por vanidad. Otros comen en exceso por soledad. Otros ni comen y no exactamente porque no sea su deseo.


Y si hablamos de la Avaricia, este deseo de poseer es que nos lleva irremediablemente a la traición, a la delincuencia y al soborno, es decir, algo normal para nosotros estos días, así que no hay sorpresa alguna.


Referirse a la Pereza como pecado, en estos tiempos, es absolutamente inmoral. Hay quien trabaja 15 horas diarias con un sueldo miserable y desea con todas sus fuerzas un respiro en algún momento de su día.


De la Ira, ni hablar, Freud la cataloga como “conducta normal” (aunque también catalogó a la perversión como un estado ocasional en personas normales, por lo que no me responsabilizo de la tésis). Inevitable sentir ira ante la injusticia entre los hombres. Como en un atasco en Reforma durante una manifestación.


La Envidia mueve al mundo. Es como hablar de la característica principal de toda la raza humana. La cultura del “más”. Tarde o temprano, se nos antoja lo que tiene el de junto, sin detenernos hasta conseguirlo. De otra manera, no encuentro otra explicación para la proliferación de cirujanos plásticos y de asesores políticos.


La Soberbia está incluida en la raíz más profunda de todos los mexicanos. Somos los dueños absolutos de la verdad, no importa si decimos mentiras para comprobarlo. La virtud que es su contraparte, la Humildad, solo se encuentra en nuestro vocabulario para definir al más pobre. Sin embargo, ésta misma palabra expresada en boca de un político solo denota más soberbia.


Y qué decir de la Lujuria. A mi me enseñaron que encierra toda clase de deseos excesivos físicos o intelectuales. Y que involucra también al orgullo. Que podemos encontrar en ella la raíz de todos los problemas de nuestra vida, por su estado natural pecaminoso. Así que hablar de leer un libro de jalón, hacer el amor apasionadamente, darse un taco de ojo, echarse una botella de tinto y debatir airadamente con los amigos es, irrefutablemente, hablar de pecado. Es una suerte para mi haber preferido los vientos ardientes del desierto a vivir atrapada en un jardín amurallado. Aunque me esperen las llamas inmundas y despiadadas del infierno.

**Deberían inventar nuevos pecados porque los antiguos ya no nos atemorizan. Los superamos. Son parte de nuestra tremenda vida diaria. Ergo, la raza humana está condenada al infierno. A menos que a alguien con autoridad se le ocurra tirar las murallas del jardín para salvación eterna (y disfrute sin remordimientos) de todos nosotros pecadores. Amén...

1 comentario:

  1. Mi genial y pecaminosa querida amiga, ¿sabías que el apellido Legaspi tiene las iniciales de todos los pecados capitales?
    Que bueno que regresó El Caldero.

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