miércoles, 13 de octubre de 2010

La envidia que ojalá moviera al mundo. Historias con final feliz...

Para Lore Rivera. Mi spin doctor favorita...


El 18 de febrero de 2006, explotó la mina de Pasta de Conchos. Recuerdo que decían que era imposible sacar a los mineros porque el lugar estaba lleno de gas. Los familiares se turnaban entre el dolor y el reclamo. Aún y cuando la sociedad exigía respuesta pronta, el gobierno quizás ya cansado en su último año, nunca exigió a los dueños ni a la industria minera mejores sistemas y regulaciones. Se simularon actos de rescate, miles de teorías y al final, nada sucedió. Así y cuando fuera imposible, a muchos de nosotros nos pareció que hubo negligencia y apatía por parte de todos los involucrados.

Conocí a Vivian y a Alejandro en Bariloche. Alejandro es un hombre por demás serio, muy alto y correcto. Vivian es una mujer extrovertida, hermosísima y sumamente educada. Los dos son chilenos. Me han platicado de su país incansablemente con un orgullo que siempre me ha encantado. Hemos sido amigos de dos veces por año, cuando los hombres organizan estos viajes de negocios y que solamente las mujeres disfrutamos. Cuando fué el temblor en Santiago, fue un alivio saber que no les había pasado nada. Una de las cosas que más me maravillan y he aprendido de mis amigos acerca de su sociedad civil, es su órden y congruencia para conducirse. No sé si se deba a los años de dictadura y régimen marcial, lo que los ha hecho ser uno de los países más avanzados en América Látina. No sé si esto ha logrado que un presidente de ultra derecha como Piñeira haya llegado al poder. Porque muy dentro de ellos anhelan esa mano dura a la que están acostumbrados. No sé tampoco si esto mismo haya sido la base para que los 33 mineros rescatados entre ayer y hoy hayan podido organizarse y sobrevivir.

Muchos medios han comparado el rescate de los mineros como la carrera espacial, como lo de las Torres Gemelas o como el tsunami dn Tailandia. Quizás la comparaciones del evento sean demasiado grandes, porqué este evento en sí, tan local, tan mediático e importante, es mucho más grande que los anteriores. Nos llenamos los ojos de tragedia. No estamos acostumbrados a finales felices.

Muy dentro de mi corazón, siento envidia pura por la felicidad del pueblo chileno. Porque se han recuperado de una dictadura infame, aún y cuando los restos del adiestramiento militar sigan siendo parte fundamental de su sociedad. Porque su economía es sana, porque son pioneros en los sistemas de pensiones y de limpieza de ambiente, porque se recuperaron de un terremoto en donde el gobierno fué el primero que habló y actuó. Porque tienen un presidente, que muy aparte de mi opinión, trabajó hasta el cansancio por sus trabajadores y decretó medidas para garantizar la seguridad en la industria minera.

Porque este martes 12 de octubre, el día que empezó el rescate milimétricamente planeado de los 33 mineros atrapados, en México sufrimos. De norte a sur de nuestro país, nos sacude la ira de la naturaleza o la ira de la violencia criminal. No tenemos un plan milimétrico, ni siquiera en sistema binario, para contrarrestar nuestra tristeza. Este dolor nacional, no se traduce en más muertos, ni más narcomantas, ni más detenciones, ni más políticos corruptos. Este dolor viene de nuestra incapacidad de hacernos oir, de poder actuar a plenitud, de leer a nuestro dirigente máximo aceptar que no "la estamos haciendo" y de alabar las acciones del gobierno chileno como si fueran propias, de vivir en la impunidad y la suciedad. Aventaron la toalla por nosotros. Esta tragedia mexicana no tiene para cuando terminar.

Lo único que yo desearía es encerrarnos a todos en una cápsula Fénix para que alguien nos saque del fondo en medio de "vivas" y "bravos". Lo único que deseo es que mi país y nosotros, tengamos un renacimiento con alegría. Porque ya no veo la luz al final del túnel...Justificar a ambos lados

No hay comentarios:

Publicar un comentario